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martes, junio 26

La bienal de fotofest 2012. El alma rusa en la bienal y algo más... por Virginia de la Cruz Lichet.

En su décimo cuarta bienal de fotografía y arte fotográfico, porque no sólo es la propia fotografía fruto de esta bienal, sino toda obra artística con presencia fotográfica, incluyendo video e instalación, abrió sus puertas en la segunda quincena de marzo. 

Este año, y como una culminación del recorrido de las dos últimas bienales, Rusia se presenta como el lugar espacio-temporal que se muestra en la sección oficial del festival
Si en el cambio de siglo la bienal se centró en las transformaciones que estaba sufriendo la Fotografía como medio y lenguaje artístico, es decir con la incorporación decisiva de las nuevas tecnologías y la adaptación obligada hacia otras posibilidades, a partir del 2004 el festival se centró en grandes temas tales como H2O-Water  (2004), The Earth y Artists Responding to Violence (2006).

Si bien este festival tiene una trayectoria importante como punto de encuentro y espacio para el descubrimiento de la historia de la fotografía menos conocida, se puede apreciar la manera en que, desde las tres últimas bienales, existe una temática cada vez más definida para cada edición. 

No cabe duda que su importancia radica en la posibilidad de mostrar, no lo ya conocido, sino lo mucho por conocer, sin contar con que FotoFest fue el primer festival y, en consecuencia, el más longevo de los Festivales Internacionales de Fotografía de Estados Unidos. Punto de encuentro entre la producción fotográfica de los distintos continentes y países, tales como Suecia (invitada de honor en 1988), Centro y Este de Europa (1990), América Latina (1992), Corea (2002) y, como no en los últimos años, tres grandes bloques de fuerza: China. Transformation  (2008), US. Contemporary Photography (2010) y, en esta última edición, Contemporary Russian Photography (2012).


1. 2012. Rusia como país protagonista

Emmanuil Evzerikhin
To Saturday work (at construction of Moscow State University), 1950s
Silver Gelatin Print.
Imagen cedida por FotoFest

Podríamos pensar que, en las exposiciones oficiales, veríamos la obra de fotógrafos muy reconocidos, que también; sin embargo sorprende gratamente constatar que esto no es del todo así. 

Dividida en tres apartados que se estructuran de forma cronológica, la sección oficial muestra, en tres exposiciones, un barrido de la fotografía rusa moderna y contemporánea desde 1950 hasta el 2012. 
Entre las tres exposiciones, tituladas After Stalin, “The Thaw”, The Re-emergence of the Personal Voice (1950-1970), Perestroika, Liberalization and Experimentation (1980-2010)  y  The Young Generation (2009-2012), se pueden contar con los trabajos de más de 140 artistas provenientes de Rusia, Bielorusia y Ukrania, con más de 1000 obras, incluyendo fotografía, video e instalaciones mixed-media. 

De esta forma podemos apreciar la evolución de la fotografía artística desde los años 50 con la época de la Guerra Fría hasta los tiempos actuales. Lo interesante de esta propuesta ha sido la incorporación en el equipo de comisariado de curators tanto norteamericanos como rusos, tales como Evgeny Berezner (Presidente del proyecto Support of Photography in Russia), Irina Chmyreva (Investigadora en la Academia de Bellas Artes Rusa) y Natalia Tarasova (Escritora y crítica de arte). 
Todos ellos han organizado en los últimos 15 años, más de 200 exposiciones con artistas rusos. A su vez, habría que destacar la labor y comisariado de Wendy Watriss, Directora Artística y Comisaria de FotoFest y de Frederick Baldwin, co-fundador del FotoFest en 1983. 
No cabe duda que en esta primera etapa (1950-1980), se pueden apreciar reminiscencias de las vanguardias rusas de la primera mitad del siglo. 
Muchas de las imágenes se enmarcan dentro del estilo documental, tales como las fotografías de Emmanuil Evzerikhin o de Lev Borodulin de los años cincuenta, o incluso la obra Uralsk de Lyalya Kuznetsova de su serie Gypsies (1979) en blanco y negro. 

En ellas, se aprecia ese lenguaje visual típicamente ruso con sus picados y contrapicados que bien nos recuerdan el film de El Acorazado Potemkin de Eisenstein o las fotografías realizadas durante las Vanguardias de Rodchenko, El Lissitzky o incluso las del húngaro Moholy-Nagy. Otros trabajos de esos años, mucho más surrealistas y quizás menos documentales aparecen en obras tales como Finger Alphabet de Vladimir Lagrange (década de los 60) o Hombres en los árboles (1964) de Mikola Gnisyuk.



Igor Savchenko
4.90-22, 1990. De la serie Without Face
Water Color on Toned Silver Gelatin Print
Cortesía de Nailya Alexander Gallery, New York

 

A partir de los años 80, se puede apreciar un cambio sustancial en el uso de la fotografía como nuevo lenguaje experimental. Artistas como Igor Savchenko que interviene las imágenes, al puro estilo de Baldessari, coloreando -o mejor decir tapando con pintura- ciertas zonas de la imagen como los rostros, muestran imágenes con texturas antiguas que delatan el trabajo matérico de la fotografía y que nos llevan a la historia más oscura, más negra, más dark de alguno de ellos. Lenguajes que, por otra parte, van habitualmente acompañados de una crítica social, política, artística, un deseo de explorar, de redefinir, de buscar en sus propias entrañas su identidad, su historia, su futuro. 




Gregory Maiofis
Taste for Russian Ballet, 2008
Bromoil Print
Cortesía del artista
Ese es el caso del trabajo del fotógrafo Gregory Maiofis, cotizado ya en EE.UU., cuyas obras, bromoleos, platinos, etc., denotan esa búsqueda de lo indefinido, de la fotografía más abyecta del siglo XIX, de lo monstruoso, de lo salvaje colonizado. Así son su esqueleto de siameses titulado Two heads are better than one (2008), su mono acordeonista When there´s nothing to say, say nothing (2005-2010), o su oso maestro de ballet ruso A Taste for Russian Ballet (2006).  
Sus títulos, siempre irónicos y con ese humor ácido y elocuente -o mejor decir humor gélido, pero visceral-, nos llevan hacia imágenes en tonos cálidos (sepias), simulando las gomas bicromatadas o los papeles a la sal, o incluso el grabado, utilizando técnicas que parecen todavía rudimentarias, dando así unos resultados indefinidos y de texturas rugosas. 


En esta misma línea habría que incluir la instalación de Sergey Bratkov, una estantería con botes de cristal, típicos para almacenar alimentos tales como las legumbres, en cuyo interior ha incluido retratos fotográficos, en blanco y negro, y cuyo título, Being devoured by each other  (1991), revela ese coleccionismo antropófago que recuerdan las antiguas colecciones científicas con sus botes de formol. 

Sin embargo, también está presente la revisión de la tradición, desde lenguajes depurados hasta juegos visuales, mediante géneros como el bodegón o el retrato. 

Habría que destacar la obra de dos fotógrafos: Vadim Gushchin con sus bodegones absolutamente depurados (Funeral Still Life, 2010; Color envelopes #3) o Nicolay Kulebyakin y su serie Fragmentos (1991) en las que nos presenta una suerte de naturalezas muertas contemporáneas añadiéndoles juegos visuales mediante el uso de cristales que funcionan como capas estratigráficas y que llegan a desestabilizar al espectador incapaz de detectar el truco visual.


Referente a la parte sobre Nuevas Generaciones (2009-2012), localizada en la sede de FotoFest, ha sido todo un descubrimiento. 
Obras de todo tipo, desde narraciones visuales como Pokrovka de Alexandra Demenkova que recorrió los pueblos rusos para hacer una crónica visual de la vida rural, hasta videos de Nikita Pirogov The other shore (2008-2010) cuyos fotogramas ralentizados recuerdan a Bill Viola, pero con ese toque ruso que los hace tan especiales e inquietantes.
De esta manera, las nuevas generaciones han demostrado ser una mirada nueva y llena de frescura y contenido.

2. Linarejos Moreno, única presencia española

Museos, galerías y algo más... En paralelo, museos, galería, fundaciones, bancos, y todo tipo de sponsors. 

Todos han participado de alguna manera en la configuración del festival; porque ya sabemos que en EE.UU. la cultura y el Arte se sustentan mediante el coleccionismo y el patrocinio privado. En estos espacios, los programas fueron muy diferentes. 

En el Menil Collection, una exposición de Danny Lyon The world is not my home. Pequeña, pero de lo más interesante; en ella se podían ver collages fotográficos creando un diario visual autobiográfico que nos introducía en su mundo más íntimo y personal. 

En el Museum of Fine Arts de Houston, dos exposiciones: Snail Mail y Utopia/Dystopia: Construction and Destruction in Photography and Collage, un homenaje y una revisión éste último, de la tradición del fotomontage y del foto-collage.


Por último destacar en el Station Museum of Contemporary Art, quizás el espacio más alternativo y de lo más interesante de Houston, la exposición colectiva Artifactual Realities
Once artistas se centran en aspectos tales como la revolución, la espiritualidad y la memoria, cada uno de ellos con su propio lenguaje y perspectiva sobre esta temática. 
La exposición consiste en tres fotógrafos comprometidos con el movimiento Occupy de Houston, destacando un lenguaje más documental, mientras que los ocho artistas restantes presentan obras que van desde la instalación hasta el collage, pasando por el video y las técnicas mixtas.


Salvando los restos del naufragio VI
Instalación
Fotografía, media y estructura metálica
Imagen cedida por Linarejo Moreno
Entre ellos, hay que destacar la inevitable presencia de Linarejos Moreno, artista madrileña afincada en Houston que expone por primera vez no sólo en FotoFest, sino también en esta ciudad. El trabajo que presenta son unas instalaciones que pertenecen a su última serie Social Spider
En ellas reflexiona, como lleva haciendo desde hace tiempo, en torno a la memoria de los lugares como memoria individual y subjetiva. En ellos, suele abordar el estatus disfuncional de los mismos y la permanencia e interconexión emocional que existen entre ella y estos lugares. 

Las instalaciones, en las que se está centrando en los últimos trabajos, con la presencia constante de la fotografía, prueba irrefutable de sus performances ritualísticas, reconstruye unos territorios nuevos, pero llenos de memoria y presencias. Sus fotografías, que componen parte de la obra, ya no aparecen enmarcadas y colgadas a la pared, sino que las vemos impresas sobre arpilleras o introducidas en unas medias que funcionan a la manera de red, como si de un resto de naufragio se tratara. Las cuatro piezas que presenta hablan de los procesos de destrucción, construcción y deconstrucción. Tal es el caso del video, Construcción de una ruina II que funciona junto a las piezas escultóricas que la acompañan (madera, fotografía impresa sobre arpillera preparada artesanalmente, hierro y Video Loop de 8 min.). El molde de ese arco arquitectónico que se construye y destruye a lo largo del video que, a modo de bucle, nos muestra ese proceso de construcción y destrucción cíclica a la que todo está destinado. En sus otras piezas, el acto de cortar las ataduras sociales, de forma ritual, lleva implícito una relectura dentro de la Historia del Arte, desde las Hilanderas de Velázquez hasta las Parcas de Goya, pasando por muchas otras obras ya contemporáneas en la que el hilo se convierte en el elemento de las mismas. En todo caso, es obligado resaltar la participación de Linarejos Moreno no sólo  porque se trata de la única presencia española en el festival, sino sobre todo porque no ha pasado desapercibida entre público y críticos, sino todo lo contrario.


3. A destacar... Sudarios de Erika Diettes

Erika Diettes
Sudarios, 2011
Imagen de la sala
Como ejemplo particular y cuya experiencia como espectador ha sido de lo más intensa, no habría que olvidar citar el trabajo de la artista colombiana Erika Diettes con su trabajo  Sudarios
Una serie de retratos fotográficos impresos en seda -y por lo tanto traslúcidos- cuelgan, a diferentes alturas, de unos hilos atados al techo de la Trinity Episcopal Church. Es en ese ambiente de espiritualidad en el que nos encontramos con feligreses rezando por un lado, y por el otro nos enfrentamos a estos rostros fantasmagóricos, de 2 metros por 1,30 aproximadamente, como presencias veladas que, en silencio, nos gritan a voces su dolor. 
Estas imágenes -nos cuenta la artista-fueron tomadas mientras estas mujeres narraban sus relatos traumáticos y violentos de las que fueron testigo. Este acto, que también podríamos denominar como performativo, inicia una suerte de duelo en el que los rostros hablan a través del silencio. El dolor por lo vivido queda reflejado en los gestos y expresiones, dejando paso al silencio como único vaso comunicante.

4. Y como no, lo genuinamente americano... 


Imágenes cedidas por Shelley Calton para su proyecto License to Carry
presentado en la Galería De Santos Gallery, Houston
Como no, dentro del panorama galerístico, habría que destacar la exposición de Shelley Calton en la Galería De Santos Gallery de Houston, bajo el título License to carry. Ladies of Caliber
En este trabajo podemos ver una serie de retratos de mujeres con sus respectivos revólveres, pistolas o armas de fuego de mayor envergadura, que aparecen posando en sus camas, cocinas, etc. junto a estos objetos que las identifican. Sus posturas y sus miradas, nada agresivas pero llenas de una seguridad aplastante, hace que el espectador se vea enfrentado a un tipo de mujer independiente, astuta y con una presencia desbordante. 
No cabe duda que podríamos ver estos retratos como una forma contemporánea de redefinición del papel de la mujer, dando un vuelco a ese estereotipo de mujer frágil, inseguridad e incluso débil; eso sí al más puro estilo tejano, lo que lo hace aún más atractivo.

Virginia de la Cruz Lichet.
Abril 2012

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